¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Parafraseando a Quevedo, no he de callar, no se debe callar, por más que el miedo nos amenace.

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jueves, julio 17, 2008

El Perro de Senen

Las historias y ocurrencias de Senen eran uno de los mayores atractivos de los bares del pueblo. Senen era un asturiano procedente de la cuenca minera de Mieres, en el Concello de Ayer. Atentos a esto, por que ya es toda una marca de carácter. Senén, de haber sido panadero, seguro que habría sido uno de esos que, no sin guasa, se habría anunciado utilizando un letrero bien grande diciendo - “Pan de Ayer”.

Pues resulta que Senen era un gran aficionado tanto a la caza como a la pesca. Para estas actividades, para ambas, su mejor compañero era un lebrel de pelo corto que atendía al nombre de Tren. Contaba Senen que en principio llamo al perro Ferrocarril pero que resultaba un poco largo para andar detrás de él por el monte, así que le empezó a llamar Tren. El perro no tenía problema en atender comprensivamente a su amo por cualquiera de los dos nombres.

Tren era un perro de caza excepcional, cosa que no le extrañaba a nadie, por que como se suele decir “de casta le viene al galgo”. Senen contaba que el padre de Tren fue protagonista de un famoso lance. Decía Senen que durante una jornada de caza, aquel perro se quedo sentado delante de una perdiz esperando al amo, a pesar de no ser un perro de muestra. Quedose tan quieto el can y estaba tan cerrado el monte que los cazadores no llegaron a ver al animal, y este se quedo allí como una estatua. Paso que así se quedo el pobre bicho, y pasó que pasó el invierno y llego la primavera, y pasó que llegaron a encontrar sus huesos blancos del animal, según decía Senen. Un peladero de huesos blancos en medio del monte. Remataba Senen la historia comentando que su perro era tan buen cazador como su padre lebrel pero más listo, - Tren me habría cobrado la perdiz después de haberla matado de aburrimiento –.

Senen y su perro eran la delicia de los rapaces del pueblo y para estos tenia un truco especial. Pasaba a menudo que Tren se adelantaba a los demás perros cobrando no solo las piezas de su amo sino también las de los demás cazadores. Incluso, cosa curiosa, el perro llegaba también a “cobrar” gallinas, alguna lechuga de las de tía Aurora o cuartillos de leche de aquellas pequeñas vacas casinas que sesteaban como rebecos por las peñas y de las que se hacia tan rica cecina. - ! Que listo, hasta le ha enseñado a ordeñar vacas ¡- exclamaban algunos con los ojos como platos. Pues como el perro era tan despierto, no era raro que algún paisano o paisana apareciera por el bar a pedirle cuentas al amo. Entonces era cuando Senen le echaba la bronca al perro mientras este agachaba la cabeza en señal inequívoca de arrepentimiento. En lo más álgido de la reprimenda Senen decía - me vas a traer la ruina, yo te mato– entonces apuntaba al perro con la pistola que formaba con los dedos de su mano derecha, y decía – Pum - y el perro, haciéndose el muerto se dejaba caer boca arriba sobre el suelo. Entonces era cuando Senen remataba la actuación y decía – y además voy a llamar a la Guardia Civil- y era cuando el perro desde el suelo empezaba a aullar desconsolado.

Los lances de caza de Senen y su perro Tren eran famosos y comentados. Como aquel poco honroso en el que estando en su puesto en una batida de guarros, llegáronle a pasar hasta seis verrugosos cochinos uno detrás de otro. No habiéndose quedado con ninguno, Senen contaba que arrojó la escopeta contra el suelo en un acto de rabia. Una vez recuperado del calentón y terminada la batida, Senen se percato de la ausencia de su perro y tras dar un par de vueltas por el lugar y llamarlo a gritos, se sorprendió al verlo encaramado a la rama de una árbol. La cabeza apoyada sobre las patas delanteras, moviendo la cola y mirándole con esa mirada serena y comprensiva que parecen tener los perros hacia sus amos. El perro se había subido al árbol por miedo a ser atropellado por alguno de los guarros que corrían ciegamente en su afán de escapar de un final trágico, o quizás, por el miedo a ser alcanzado por alguno de los disparos que soltaba su amo a diestro y siniestro, o simplemente por tener una mejor vista del espectáculo. ¿Como se pudo subir el perro al árbol?, nadie se lo explica.

Otro lance de monterías relatado por Senen sería digno de estudio para la ciencia. Senen contaba que estando en el puesto atisbo dos guarros corriendo uno detrás de otro por el monte. Decía que conociendo como conocía el terreo, leyó el camino que seguirían los animales entre la maleza y adelanto su punto de mira hacia un claro por el que sabia que pasarían. En el momento en que los animales asomaron por el claro, como experto cazador que era, adelanto la mano para apuntar al primero de los jabalíes y disparo. Como siempre, cerró instintivamente los ojos al escuchar el sonido de la detonación de su propio disparo perdió por unos instantes a los animales de vista. Al abrir los ojos vio la figura rechoncha y achaparrada de uno de los jabalíes parado en el prado. Su primer impulso fue encararse la escopeta de nuevo para repetir el tiro, pero al retener el aire antes del disparo, buscando mayor precisión, se dio cuenta de que el animal no se movía. El bicho permanecía de pie, apenas dando algún paso hacia delante o hacia a tras. Es más, no parecía herido. Entonces, cuando tuvo una visión más general de la escena, se percato de la presencia de un bulto oscuro en el suelo. Era el cuerpo inerte de un jabalí, el jabalí abatido por su disparo. Por un momento pensó en disparar sobre este segundo jabalí pero el animal no parecía tener intención de abandonar el claro y eso le intrigo. Finalmente decidió acercarse cautelosamente escopeta en mano. Llego hasta quedarse tan solo a un par de pasos del animal y este seguía sin moverse. Sólo cuando unas ramas chascaron debajo de una de sus botas el Jabalí se le encaro. Senen se quedo quieto como una estatua. - ! Mira que si el verraco este se me arranca y me arrea un buen jetazo ¡-. Se decía para sí. – Me estaría bien empleado llevarme un buen navajazo por estúpido -. Y a todo eso, ¿donde estaba Tren?. Ni rastro del perro. - Ya me la había echo otra vez -. Relataba Senen. Mientras Senen aguantaba sin mover ni un músculo, llego al claro una brisa de las que corren por el monte, y con la brisa el suido cambio de orientación. No podía ser.

A primera vista, el jabalí parecía tener los ojos legañosos. No era cosa rara esta, puesto que en sus carreras a ciegas por el monte los animales solían llevarse algún que otro ramascazo. Incluso se había encontrado algún animal tuerto. Pero este jabalí parecía tener los dos ojos en el mismo lamentable estado. Con la reciente brisa, el animal se oriento hacia su congénere caído, al que pareció haber olisqueado. Lo tanteo con el hocico y rodeo el cuerpo hasta colocarse en su parte trasera. Aparentemente le estaba olisqueando el culo como hacen los perros, pero no era eso exactamente lo que hacia. Senen se dio cuenta de que el jabalí mordía la cola del muerto e intentaba que se levantara dándole empujones con el hocico. – Entonces fue cuando lo vi claro –, decía Senen, - Me acerque, desenfunde el cuchillo de monte, le corte el rabo al jabalí muerto, y me traje al ciego andando hasta el pueblo -. Aquí es cuando la parroquia del bar dudaba de la veracidad de la historia entre risotadas y grandes voces. Senen se ponía muy serio citaba a tal o cual testigo y decía – Cagoen, por que no está ninguno aquí …- entonces sacaba la mano del bolsillo, y dando un golpe sobre la barra del bar, continuaba - …, aquí tenéis el rabo del jabalí -, entonces salía todo indignado del bar dejando unas cuantas rondas por pagar.

No todo eran lances de caza en la vida de Senen. También presumía de haber adiestrado a su pero para la pesca, a pesar de no ser el lebrel una raza especialmente preparada para el agua. - ¿A pescar? -, preguntaba la audiencia, - quieres decir que le has enseñado a que te cobre las piezas que caen al agua -, le corregían los señoritos entendidos de la capital que venían a cazar al pueblo. – No, no, para la pesca, para la pesca, mi Tren pesca truchas en el río -, y hacia una pausa dramática esperando a que alguien le preguntase como hacia tal cosa el perro. El perro solía estar dentro del bar con Senen, sentado quieto a los pies de su amo, esperando a que cayera algo, pero sin hacerse notar en precaución de que lo que cayese fuera una patada. Siempre era el más listo de todos el que terminaba preguntando. – Bueno -, comenzaba Senen, - ¿sabe usted de aquella poza del Celorno con un peñón plano en el centro?- por supuesto que no la conocía, pero a Senen le gustaba empezar por dejar eso claro. – Claro que no. Bueno pues he enseñado a mi perro a chapotear por la orilla para asustar a las truchas. Las truchas tienen la querencia de esconderse debajo del peñón del centro de la poza. Cuando todas las truchas están escondidas, mi perro se sube a la piedra y se sienta encima. Entonces mete la cola por un lado de la piedra y cuando las truchas salen saltando del agua, Tren las coge al vuelo con la boca. Mmmm, lo malo es que al pobre animal se le esta pelando la punta del rabo por meterlo debajo de la piedra – finalizaba Senen así la explicación. Entonces su interlocutor se solía quedar mirando sorprendido al perro. Tren, al notar que era el centro de atención, agachaba ligeramente las orejas y el largo hocico mientras miraba con sus grandes ojos marrones al sorprendido cazador. Mientras tanto, movía su interminable cola de un lado a otro, dando latigazos, y barriendo los desperdicios tirados en el suelo del bar. Ciertamente tenía la punta de la cola en carne viva. Alguno de aquellos cazadores de la capital quiso incluso comprarle el perro a Senen, pero este no acepto. La mayoría daba una carcajada y se pagaba una nueva ronda. A Tren le solía caer una raja de chorizo y unos golpecitos cariñosos en la cabeza.

Un día Senen dejo ir acompañado del perro. Los rapaces le preguntaban - ¿Donde esta Trén Senen, donde esta Tren?- y Senen les contestaba – la Guardia Civil fue a buscarlo y salio corriendo, corriendo, y no lo volví a ver-. Los amigos en el bar le preguntaban - ¿Dónde esta Trén Senen?-, y él les contestaba – Pues iba caminando por Camino Alto, salto una liebre como un perro de grande y Tren salio corriendo, corriendo detrás y no lo he vuelto a ver. Cualquier día vuelve a casa con la liebre en la boca -. Un día estando en el bar uno de esos cazadores de la capital le pregunto a Senen, - ¿Dónde está aquel lebrel rabilargo que tenía usted? – Senen que aquel día estaba un tanto serio y cabizbajo, miro despacio al forastero, y mientras en su cara aparecía una sonrisa socarrona le dijo, - Pues mire, recordará usted que había enseñado a mi perro a pescar, y que el animal tenia la punta del rabo en carne viva por meterlo debajo de las piedras. Pues se me ocurrió que seria bueno ponerle un regatón en la punta del rabo. Pero de alguna forma tenia que apretarlo para que no se le cayera, así que no se me ocurrió otra cosa que poner la punta de la cola del perro sobre la vía del tren y esperar a que pasase la máquina. Pero mmm, cuando paso la máquina le plantó la punta del rabo al perro y este, aullando, salio corriendo, corriendo y no lo he vuelto a ver. -. Al terminar su historia y sin esperar respuesta, Senen se giro hacia la barra del bar y siguió tomando su chato de vino. Entonces alguien, buscando la carcajada fácil de los parriocanos espetó a Senen a grandes voces – Senen dinos alguna verdad, Ja Ja Ja -. Senen se volvió despacio y con una de sus mejores sonrisas dijo - no conozco ninguna -.