Nueve historias, nueve mujeres y alguna mas.

Hombres pocos, aparecen como los marcos adecuados para cada uno de los nueve hermosos he inquietantes cuadros en los que las protagonistas son las mujeres y los sentimientos.

Nueve vidas es una sobre dosis de pasiones sin refinar. Como un vino de gran complejidad las notas se suceden vertiginosamente, las sensaciones nos inundan una tras otra sin darnos casi tiempo a saborearlas.

El director y guionista, Rodrigo Garcia hijo de Gabriel Garcia Marquez, criado según sus palabras "en una familia donde nada era mas respetado que una cosa bien escrita", da protagonismo a los diálogos. En Nueve vidas, mantiene una tensión casi insoportable a lo largo de toda la película, apenas nos proporciona un respiro final antes de asaltarnos nuevamente sin piedad.

Cada pequeña historia recoge un instante clave en la vida emocional de alguno de los protagonistas. En cada fragmento, la cámara capta uno de esos momento en los que algo trascendental cambia dentro de nosotros, como un chasquido
tras el cual una nueva realidad se hace patente, para angustiarnos o aliviarnos. Las historias apenas mantienen algún nexo casual entre algunos de los personajes. Tampoco tienen mayor importancia la secuencia cronológica ni el marco en el que se desarrollan.

Ellas, desde las mas veteranas hasta las mas jóvenes están impresionantes: Sandra (Elpidia Carrillo). Holly (Lisa Gay Hamilton), su sufrimiento y ansiedad salen de la pantalla para atenazarnos el corazón. Diana (mi querida Robin Wright Penn), la sombra del pudo ser, la perdida, la ausencia, y desesperación del vacío que puede asaltarnos en cualquier momento. Sonia (Holly Hunter). Samantha (la joven Amanda Seyfried), prisionera voluntaria de su propia vida. Lorna (Amy Brenneman). Ruth (Sissy Spacek). Camille (Kathy Baker). Maggie (Glenn Close) y su hija Maria (la encantadora Dakota Fanning) luz y eclipse de su vida.

Nueve vidas o como sentir la claustrofobia de nuestra propia vida.