¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Parafraseando a Quevedo, no he de callar, no se debe callar, por más que el miedo nos amenace.

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martes, julio 17, 2007

De lo que nutrimos nuestra mente.

Al final de la tarde me encontraba sólo en el laboratorio, inmerso en el desarrollo de un nuevo programa. Siguiendo líneas de código, encontrando mis propios errores, imaginando la mejor solución, mi Sudoku particular. Sin aire acondicionado ya, la ventana abierta, y oyendo música de la radio por Internet. RNE Radio Clásica, coincido con la retrasmisión en directo de Madame Butterfly desde el Teatro Real, otra vez me encuentro con esta señorita. Sigo con mis líneas; condiciones, variables, bucles encadenados, métodos, atributos.

De vez en cuando algún aria llama mi atención, y desconecta mi mente de la lógica del programa. Cierro el "chiringuito" y de vuelta a casa sigo escuchando la representación en la radio del coche, cada vez capta más mi atención, hasta el punto de que cuando llego a casa, me quedo a escuchar la radio dentro del coche. Llega el momento final y el más trágico, fin, aplausos. Realmente me ha gustado, sin ser un experto ni un aficionado asiduo, me ha emocionado. Ha resultado una experiencia gratificante. Algo que, por unos momentos, ha conseguido llenarme igual que el aire llena mi pecho al respirar hondo.

Esto me ha llevado a pensar cuantas cosas sencillas se dejan sin aprovechar; un libro, una película, un programa de radio o televisión. Tampoco hay que caer en el error de querer abarcarlo todo. Me viene a la cabeza una frase de una película que vi hace unas semanas, “Historia de un crimen”. Esta película cuenta la historia que ya contaba otra película, “Truman Capote”, hace poco más de un año. Dos películas muy recomendables que, a pesar de contar la misma historia, curiosamente no resultan redundantes.

En “Historia de un crimen”, Truman Capote envía varias revistas pornográficas a Perry Smith, que se encuentra en la cárcel esperando una sentencia de muerte. Truman Capote pretende ganarse el favor del asesino y que éste le confíe la historia del crimen cometido y su propia historia. Capote espera que un hombre rudo, en principio sin sensibilidad alguna, y que ha cometido un asesinato tan despiadado, "a sangre fria", no aspire a otro tipo de inquietudes más que las de desahogarse con unas cuantas revistas de desnudos. Perry Smith le sorprende, nos sorprende a todos, devolviendo las revistas con una carta en la que le indica que, teniendo en cuenta el poco tiempo que le queda, aspira a alimentar su mente con algo más elevado.