¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Parafraseando a Quevedo, no he de callar, no se debe callar, por más que el miedo nos amenace.

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miércoles, julio 11, 2007

Alguien que creía en España.

Supongo que por estar recordando a los que ya no están como Miguel Ángel Blanco, ha venido a mi memoria el recuerdo de alguien de mi familia que murió hace poco más de un año, entonces escribí esto:

Hoy es domingo, pero no un domingo cualquiera. Tirado en mi cama paso la resaca de los acontecimientos transcurridos. Leyendo un libro “El pintor de batallas” que habla de muerte de la muerte absurda que acompaña a las guerras pero tan ligada al hombre, curiosa coincidencia, precisamente ahora. Porque ayer mismo me encontré de nuevo de cara a cara con la muerte, la muerte ajena, la de alguien cercano a mí y a los míos, muerte inesperada de alguien a quien conocía. ¿La conocía?. No creo. Era de mi familia, y es importante decirlo porque verdaderamente lo siento como tal, y es importante porque muchas veces esto no tiene que ver con árboles genealógicos ni linajes. Mujer temperamental en ocasiones excesiva gritona dirían algunos, cercana y cálida. No recuerdo que en su vocabulario existiesen palabras o expresiones como “puede”, “tal vez”, “a lo mejor”, todo en ella era “sí”, “no”, “lo sé”, o “no lo sé”, aunque no creo equivocarme si digo que siempre predominó el sí. Recuerdo una de las últimas ocasiones en las que disfrute de la hospitalidad de su casa, una tarde de verano, alguien chapoteaba en la piscina y me había quedado medio transpuesto sobre el sofá del salón, noté como según pasaba desde la cocina aprovechaba para acariciarme el pelo tal y como lo hubiera hecho mi propia madre, un par de segundos, ninguna palabra, algo totalmente cálido, una muestra de afecto totalmente sincera. Mujer con carácter, madrileña de nacimiento y afiliación, sin pelos en la lengua, “Qué se puede esperar de alguien que reniega del apellido de su padre” decía refiriéndose a José Luis Rodríguez. Se alteraba al escuchar las noticias, se ponía de mal humor y no sabía callar.
Mujer con carácter que crió a sus hijas sin tonterías, dos niñas que son ahora ya dos mujeres encantadoras con la cabeza muy bien amueblada. Mujer con carácter que creía en España al igual que antes su padre, y que se la llevaban los demonios al escuchar tanta tontería, tanta mentira, tanta palabra a medias. Mujer con carácter sin dobleces que decía las cosas a la cara aunque sentasen mal. Todo un “espíritu valiente” como diría Quevedo. Mujer con carácter, persona incómoda para estos tiempos en los que no queremos enterarnos y nos molesta que nos griten las cosas al oído.
Alguien que creía en España, que pocos quedan ya.